Una
mañana, el general fue
perturbado por el ruido del silbato, y, salió corriendo de su
habitación. Un
minuto después el general había puesto al joven trovador en el
calabozo de la torre, olvidando que lo había hecho hasta siete días más
tarde, cuando acudieron a la torre y se encon traron que el muchacho
había sido muerto de hambre. Desde entonces nadie se acercó alli porque
dicen que en la escuridad se escuchan los pasos del joven muchacho. Se dice de haber visto al muchacho silvando.
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